Presentación al decálogo
La forma de escuchar
Este decálogo se basa en historias simples. Situaciones que resultaron formativas, sin ser ninguna en un ámbito dedicado al aprendizaje. Da cuenta de la construcción de mi percepción auditiva en un camino de músicas regionales. Es un decálogo popular, donde la escucha se centra y desarrolla en las experiencias de vida, más que en el sonido mismo.
– Las vías. Llegamos a Sitges, Catalunya, 2006. Tenemos un concierto esa noche y decidimos viajar temprano, desde Barcelona, en tren. Para quien le toca ser siempre el conductor, como es mi caso, un viaje en tren otorga la mínima chance de ver un poco mejor el camino. Bajamos en la estación, nuestro formación empieza a moverse, es ahí que un chillido fuertísimo nos hace cerrar los ojos, subir los hombros y apretar los puños. Se despeja la vista al paso del último vagón, el tren de alta velocidad del otro andén sigue frenando a lo lejos. Frente a nuestros ojos la figura de un niño, arrollado, el silencio es total, el mundo se detuvo, la muerte frente a nuestros ojos. De golpe un grito de un hombre, que se acerca corriendo, pone fin a la pausa con ese sonido. El mundo vuelve a andar. La frenada inútil del tren sigue sonando en nuestra memoria.
– El compresor. Mar del Plata, Argentina. A mediados de los noventa llego sin dormir a mi puesto de trabajo, estamos en un cultivo de champiñones de mi padre. Yo daba mis primeros pasos en el mundo tango, aprendía el género por bodegones y quinchos de mala muerte. Hay sobreproducción en la fábrica y la cosecha es record. En ese estado de conciencia por la falta de sueño comienzo mi labor de cortar raíces, estoy haciendo un trabajo sistemático junto a un compresor enorme. Todo se repite, todo entra en frecuencia, la mano, el cuchillo, la oscilación del motor, los cortes que caen, hace mucho calor. El sonido se separa de las cosas, es textura, es imagen, es metal, es color, es un ente en sí mismo, tengo ganas de agarrarlo, me desespera que desaparezca… sólo me queda por siempre, la forma de escuchar.
– Juan Saavedra, ritual santiagueño. San Marcos Sierra, Córdoba, 1999. Estamos en la galería de Doña Elvira, lugar de paso para músicos y músicas en el norte cordobés. Es el hogar de la familia Nievas del Castillo. Durante el día habíamos construido un pequeño tablado en el medio de un bosque de quebrachos, para que el zapateo de los bailarines fuera audible. Nos fuimos a dormir cansados, pronto comenzaba un mes de peñas. En el medio de la noche me despierta un sonido que nunca voy a olvidar: estaba todo completamente oscuro y me acerco. Esos hachazos con una violencia estremecedora eran las boleadoras que Juan Saavedra, el bailarín de los montes, estallaba en el tablado: era un árbol, era el hacha, al ritmo de su zapateo, y en sombras negras formaba un circulo místico, en lo que entendí era un bautismo sonoro para ese sencillo suelo de madera.
https://www.youtube.com/watch?v=s1VMycm9FVo
– Concha Buika, la copla española. En la Lonja, casco antiguo de Palma de Mallorca (2002) se encuentra el “El Barcelona”, un pequeñísimo club de Jazz. En ese tiempo descubría que en los clubs de Jazz había dos músicas que tenían una gran entrada en la programación: el flamenco y el tango. Yo aprendía entonces que la música urbana argentina tenía una altísima valoración en el exterior. Seríamos 10 personas, sube una cantante negra y un pianista, suenan unos acordes que podrían ser la introducción a cualquier standard de Jazz, podría ser cualquier dúo de New Orleans, pero sale de su garganta un canto gitano tan potente que aprendí en una sola copla, lo que era la globalización, o en su defecto, su sonido.
https://www.youtube.com/watch?v=WmLmRsX5Ulo
– Ramón Ayala, la música de la selva. Encuentro del arte, la comunicación y la cultura. Estoy en Oncativo, en la provincia de Córdoba. Guitarreadas interminables en La legua, a unos kilómetros de la ciudad. José Blanco nos introduce a Ramón Ayala como el creador de un ritmo, el Gualambao. Caí en la cuenta de que los ritmos no venían de entidades etéreas. Pensando en Misiones imaginé que seria una música del litoral, pensé en Chamamé. Ramón nos dio unas pautas rítmicas, empezamos a tocar y no sonó una música, lo que sonaba era la Selva.
https://www.youtube.com/watch?v=XUEmskd_AnU
El día que por primera vez con mis compañeros de Creciente, logramos ensamblar el Mareo, en su compás y con sus dinámicas, y escuchamos el movimiento de mar que tantas veces habíamos visto, volví a tener esa sensación maravillosa, la música es un paisaje.
https://www.youtube.com/watch?v=k0CIeEXubQ4
– Mercedes, Vientos del alma. Fiesta de la chaya, un febrero a finales de los noventa. Estamos en La Rioja. De pueblo en pueblo, desde Córdoba, parábamos a tocar en cada peña que encontráramos. Chañar, Chamical, Patquía. La Rioja, un estadio repleto, una nube de harina sobrevuela una multitud, chaya, carnaval, gritos, danza, la tormenta llega, el cielo se vuelve rojo y suena Vientos del alma, suena Mercedes Sosa.
“Yo soy la noche, la mañana.
Yo soy el fuego, fuego en la oscuridad,
soy pachamama, yo soy el canto…”
https://www.youtube.com/watch?v=r9EsFtwOwzs
– Fado. Llegamos a Lisboa con Facundo Passeri, sin hotel, sin rumbo, sin más información que la localización de la Rua dos Doradores. Llegamos buscando el Fado. Recorremos una Alfama explotada de turismo. Luego de una noche de Music for export, con esa misma sensación de fast food, un poco desahuciados, en el último momento damos con el Arcaz Velho, el anfitrión perceptivo, nos muestra el lado B del lugar. Bajamos a un desnivel, tras una cortina se muestra un lugar bastante desecho, por fin el encuentro con los folkloristas, suena la guitarra portuguesa, canta Daniela Giblott, comenzó el viaje.
– Jerez de la frontera, el Toro. Ya perplejo de la cultura de la guitarra en Andalucía, parto de Algeciras, viajo en el estado de alerta que te deja un puerto que es ruta de Hachís, “el Costo”. Llego a Jérez, tranquilidad. Me pongo a tocar un rato para reconectar, en una plazoleta frente al hostel, se acerca un gitano, nuestra música del Río de la Plata le apasiona, me invita a una peña flamenca fuera del circuito. Llegamos, estamos en el campo, primero fuimos a ver los toros: el sonido de las estampidas es un latido de urgencia y terror. Cae la noche, abre el tablao, comienzan las palmas, se oyen los golpes en la tapa de la guitarra. Andalucía.
– Responso. Parroquia de Nostra Senyora del Remei, estamos en Molinar, Mallorca. 2004. Habíamos participado, con el gran cantante de folklore argentino Sergio Bustos, en un festival para juntar fondos para traer a los hijos de una madre trabajadora, inmigrante peruana en España, la cual tenía una enfermedad muy grave. Se logró el objetivo y estábamos esperanzados. Tiempo después, el llamado fue para tocar en su velorio. Sergio eligió Zamba para no morir. La forma en que ese sonido regresaba a nosotros, luego de pasar por los hijos sentados en primera fila, se escurría por esos bancos de misa, por esa arquitectura y me pedía que lo escuchara alejadamente, como un otre, como un feligrés más, como una música que saliera de un instrumento en mis manos.
“Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer…
….en el hijo se puede volver, nuevo…”
(Hamlet Lima Quintana)
https://www.youtube.com/watch?v=HRyzv0imXFk
– Pista de baile. Campo Risso, Pujato, Santa fe. Gustavo Frittegotto, el alma del Proyecto Intemperie, nos convoca a un encuentro en una antigua pista de baile rural. Cae la noche en la tarde de la interminable llanura, la pampa crece en oscuridad, somos pocos y nuestro concierto es el cierre de esa jornada. Tocamos lo más alejado a las condiciones técnicas de sonido a las que estamos acostumbrado, sin embargo por primera vez dimos con el sonido que siempre buscamos en ese montaje. Quizás ese espacio de campo abierto, nos ofreció las condiciones que no encontramos en una sala de concierto con toda la técnica a nuestra disposición.
La luz que nos ilumina es la de algunos coches de cara al escenario pampeano, el sonido rebota en la pared de enfrente de esta arquitectura mínima, lejos de todo lo que rodea a una carrera de éxito y masificación de la música: estamos solos, la banda y el escaso público. El eco que nos llega es nuestro sonido que se revela como nunca antes y se nos muestra e instala la memoria. Es el principio de un camino que viene de lejos.
Bio
Leopoldo Juanes, marplatense, es guitarrista, compositor, letrista y arreglador. Ha realizado conciertos en Austria; Alemania; Italia; Francia; España; Holanda; Inglaterra y Argentina. Es, junto a los integrantes de CRECIENTE, creador del Mareo, ritmo musical, basado en los movimientos del mar. Este trabajo les valió la mención especial de Gustavo Santaolalla, dos veces ganador del Oscar, en un concurso nacional argentino en 2011. Así como el reconocimiento de Ramón Ayala. “El mensú”.
Su obra es reconocida dentro de la creación de un movimiento musical propio de esta región maravillosa que es la costa del atlántico sur. Sus canciones rescatan los personajes emblemáticos de la región como el Barquillero, los pescadores, los fileteros…nos devuelve la mirada a esta paisaje de dunas, acantilados, y playas interminables.
Es cofundador del grupo Creciente, dedicado a la creación e investigación de la música de la costa atlántica argentina. Por dicha labor fue invitado a dar una charla en TED.com en 2014
Es profesor del Conservatorio provincial Luis Gianneo, dentro de la especialización de guitarra latinoamericana.
Link
www.creciente.com.ar